Dicen que “cuando las papas queman, se conoce a las personas que valen la pena”. Esto podría aplicarse a todos los aspectos de la vida, en épocas de crisis. Incluso para experimentar que se puede vivir consumiendo menos y para tener una idea más cercana del nivel de ciudadanía, en el Perú. 

La voz dramática de los narradores y las imágenes del planeta en este momento crítico seleccionadas para seguir estremeciendo a las audiencias, continúan. Así como los esfuerzos de la diversidad de organismos y comunidades.

Como que los conflictos mueven las historias, la vida del ser humano y el consumo. Así, elegimos las marcas para desayunar y contamos nuestras anécdotas, dándole sentido a la estética de nuestras refrigeradoras privilegiadas. Abrigo, helados, chocolates, ropa interior, zapatos y memes. Nuestra educación. Nuestros viajes, bares y nuestro congreso ¿Pero cuál sería la forma correcta de elegir entonces?

cola para ingresar a un banco, dentro de un centro comercial limeño

Solo tengo el recuerdo de un televisor encendido en un chifa calientito, el ruido de los chistes y los comerciales sumada a la experiencia del sabor oriental y "la bebida nacional". Momentos que hace unos meses, para algunos de nosotros, eran breves placeres cotidianos.

Como si la serie de imágenes que ponen las franquicias en nuestras pantallas conectadas a Internet no fueran suficientes, empezó el invierno y con ello la temporada de friaje en la zona altoandina. El acceso al cumplimiento de las necesidades básicas sigue vigente. Salud, vivienda, educación, trabajo y capacidad de diálogo en un país mestizo y aún conservador que se mira segmentado de prejuicios en los intercambios de vienes y servicios.

Aunque entró un flujo de creatividad y hay mayores iniciativas de plataformas digitales trabajando para sostener nuestra educación e incluso, la telemedicina para el control del corona virus e iniciativas para la salud mental y centros comerciales digitales. Aún nos falta para ser un país digitalizado. Incluso con acceso a Internet en zonas rurales. O considerar a las comunidades alejadas en la selva. Ahora en la crisis sanitaria, la alegría es un bien preciado frente a la incertidumbre de tener un sistema de salud que representa los intereses históricos de los grupos de personajes que han gobernado este país y ahora, el mercado pero igual se lucha y se gestiona.

imagen registrada el 24 de mayo del 2020 en surquillo

La aspiracionalidad es un veneno que debemos saber reconocer, pues estamos construidos de ella y hoy más que nunca, podemos salir de nuestras camisetas, para tratar de reconocernos en el otro que es diferente y cotidiano. Porque "salud y educación", también son la capacidad de elegir la música y la narrativa que consumimos, así como el desinfectante, el café o el producto que decidamos disfrutar porque nos lo merecemos y somos humanos pero pertenecemos a un entorno desconectado que podría ser más sostenible y entender que absolutamente cualquier comportamiento tiene un impacto económico y por ende social. Desde nuestra capacidad armonizar las diversas formas de bienestar. Como cuando disfrutamos de nuestra megadiversidad en la gastronomía y el turismo.

En mi experiencia como consumidora y trabajadora de contenidos, más allá de capturar la imagen del otro para crear y conmover con una pieza a un tercero, creo que la aventura radica en ser lo más democráticos que podamos, ya que la mayoría de espacios no lo son y el acceso al consumo determina prácticamente la dignidad de la ciudadanía. Entonces, el desarrollo del conflicto, para quienes tenemos la suerte de crear, viene siendo una responsabilidad de diálogo pendiente que podría trascender el distanciamiento social y el acceso a Internet. Una oportunidad para generar mil preguntas. Como ya lo hacen varios.

Aunque con lentes y mascarillas de todos los modelos, hoy es una oportunidad para que nos movamos en equipo, porque es lo que hay y somos una joya de la megadiversidad, mirándose al espejo pero cada vez más segmentada en comunidades digitales y otras aún desconectadas de la tendencia pero que existen en videojuegos o pandillas que rompen las reglas, con quienes igual nos terminamos topando en la calle, porque es lo que hay pero podemos ser mejores.